Historia PLD

Antecedentes

El Partido de la Liberación Dominicana, (PLD), surgió en el 1973 como una negación de las prácticas clientelares, populistas e individualistas del PRD. Su propósito declarado fue construir una organización que tuviera como objetivo completar la obra de nuestro héroe nacional, Juan Pablo Duarte: lograr una patria libre, soberana e independiente, en la cual impere la Justicia social y el respeto a la dignidad humana. Para cumplir ese objetivo se entendió que era necesaria la creación de una sólida organización, de líderes, con métodos de trabajo diferentes que aseguraran una sólida disciplina, una mística arraigada y una vocación de trabajo por el pueblo dominicano, basados en el trabajo colectivo, la unificación de criterios y los principios del centralismo democrático. Para entender las características organizativas del partido en el momento de su fundación es necesario no perder de vista que el surgimiento de una determinada configuración partidaria es producto de causas sociales o políticas específicas. De ahí que la estructura y organización que se dio, en sus inicios, el Partido de la Liberación Dominicana, (PLD), sea una consecuencia de la coyuntura existente tanto en el plano nacional como en el internacional en 1973.

El Partido de la Liberación Dominicana surgió pocos meses después del fracaso del movimiento guerrillero encabezado por Francisco Caamaño Deñó. Este fracaso puso fin, en cierta medida, a un período de la historia de nuestro país que se había iniciado con la revuelta del 24 de abril de 1965, acontecimiento surgido como consecuencia del derrocamiento del gobierno presidido por el profesor Juan Bosch en septiembre de 1963 y que buscaba el retorno de éste al poder. Cuatro días después de haberse iniciado la revuelta del 24 de abril, argumentando que se buscaba impedir el surgimiento de una nueva Cuba, el gobierno de los Estados Unidos ordenó la intervención militar del país por tropas norteamericanas, impidiendo la concretización de las demandas del movimiento constitucionalista y creando las condiciones para el retorno al poder del Dr. Balaguer, quien gobernó la República Dominicana desde 1966 a 1978. Todos esos acontecimientos produjeron cambios profundos en el pensamiento político de Juan Bosch, que se expresaron a través de una serie de libros y artículos publicados a partir de 1968. Entre los libros presentados por el compañero Bosch en ese período se encuentran Dictadura con Respaldo Popular, El Pentagonismo Sustituto del Imperialismo, Composición Social Dominicana, De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe Frontera Imperial. Este contexto nos permite entender porqué la nueva organización política nace comprometida con el ideal de la liberación nacional.

El 3 de diciembre de 1973, días antes de que se fundara el PLD, el compañero Juan Bosch, en ocasión de una entrevista para la Revista Ahora, respondiéndole a Emma Tavárez Justo una pregunta sobre cuáles características ideológicas programáticas tendría el nuevo partido, que lo diferenciaran del PRD, señaló lo siguiente:

"Un partido no es lo que sean sus masas sino lo que sean sus dirigentes, y digo esto en sentido ideológico. Los dirigentes del PRD, exceptuando desde luego los que han pasado al PLD y alguno que otro confundido que se haya quedado en el PRD, dejaron hace tiempo de pensar en la liberación nacional y se dedicaron a pensar en las posiciones públicas que pueden conquistar dentro de las estructuras del gobierno (el de Balaguer o uno futuro de unidad) o dentro de las estructuras del partido; pues no hay que olvidar que un alto cargo en un partido importante puede tener tanta categoría y rendir tantas satisfacciones como un puesto de secretario de Estado o embajador o diputado".

Bosch agregó:

"El PLD tendrá o deberá tener las características ideológicas y programáticas de un partido de liberación nacional. Eso quiere decir que el PLD será lo que debió ser y no pudo ser el PRD".

Para entender esta última afirmación es bueno recordar que uno de los elementos esenciales de la disputa interna que se generó en el interior del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, a principio de los años setenta, tuvo su origen en el tipo de estructura organizativa que debía dársele a ese partido. No puede olvidarse que los Círculos de Estudios empezaron en el PRD con el propósito de desarrollar la formación política de los perredeístas y crear una nueva cultura basada en el trabajo colectivo.

El PLD surge como una fuerza cuestionadora del orden social existente, que buscaba transformar esa situación con una visión que, para la época, era considerada progresista. La estructura organizativa que se eligió para el Partido atestigua la intención de su fundador. El PLD fue concebido como una estructura de cuadros, al estilo leninista, que, tal y como se expresó al inicio de este documento, funcionaba basado en el centralismo democrático. Se pretendía crear líderes para dirigir las masas y conducirlas al poder. En la línea de crear líderes se desarrolló un programa de educación política, obligatorio para todos los aspirantes a miembros y para los miembros del PLD, con materiales preparados por Juan Bosch utilizando el método de análisis marxista, con el que se buscaba formar a los peledeístas en una línea de pensamiento muy próxima al marxismo.

La importancia que se le confirió al conocimiento del marxismo fue de tal envergadura que, durante los años ochenta, el Comité Central del PLD fue estructurado en varios grupos de estudios de la teoría marxista.

El PLD surgió también en un momento de serios cuestionamientos a la democracia representativa. En la generalidad de las naciones latinoamericanas el poder era ejercido por regímenes de fuerza. La década de los setenta fue, en América Latina, una década caracterizada por el autoritarismo y el irrespeto a los derechos humanos. Años antes, la idea de una alternativa a la democracia representativa había sido planteada por Bosch cuando dio a conocer su propuesta de Dictadura con Respaldo Popular. Para Bosch, la democracia representativa solo era factible en los países de capitalismo desarrollado. En sociedades como la dominicana, que no habían logrado desarrollar el capitalismo, pretender imponer la democracia representativa, de acuerdo con Bosch, era una ilusión.

El cuestionamiento a la democracia representativa se acompañaba del invalidamiento de las elecciones como vía para acceder al poder. Bosch llegó a catalogar los procesos electorales de 1970, 1974 y 1978 como mataderos debido al hecho de que a partir de 1966, con la llegada al poder del Dr. Balaguer, se había montado una maquinaria de fraudes electorales, con la participación de los sectores más conservadores de la sociedad dominicana y con apoyo militar y el beneplácito de sectores conservadores de los Estados Unidos. Esta situación se mantuvo hasta 1978 con el advenimiento del Partido Revolucionario Dominicano, momento que marca el inicio del desmantelamiento, con el apoyo de sectores liberales norteamericanos, de la maquinaria de fraude que había mantenido en el poder al Dr. Balaguer durante 12 años.

Justo es consignar que en 1978 el PLD no reconoció la importancia que significaba la derrota de esa maquinaria de fraude y atraso que representaba el conservadurismo de las fuerzas que sustentaban el poder del Dr. Balaguer. Argumentando la necesidad de evitar la intromisión extranjera en los asuntos internos del país, la posición del partido no se correspondió con las sentidas aspiraciones de la mayoría del país que quería salir del Dr. Balaguer y que reclamó el respeto a la voluntad popular antes los intentos de desconocer los resultados electores por parte de grupos de civiles y militares.

Los dos gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano, del período 1978-1986, si bien representaron un gran fracaso desde el punto de vista económico y social, propiciaron la creación de un clima de respeto a los derechos humanos y a las libertades políticas con lo cual se cerró un capítulo de la historia nacional caracterizado por la intolerancia, el irrespeto a los derechos humanos y los abusos de poder. A partir de entonces, la República Dominicana entró en una etapa en la cual dejaron de existir los presos y exiliados por razones políticas.

Es en ese contexto que la actitud del PLD en torno a los procesos electorales comenzó a cambiar a partir de 1982. Ese año, el PLD participó en las elecciones y logró alrededor del 10% de la votación. Se tuvo el cuidado de asegurar que los candidatos presentados en esas elecciones fueran miembros, condición considerada como una categoría para poder optar a cargos electivos.
Las ideas que primaban en los fundadores del PLD eran que éste era la vanguardia organizada del pueblo dominicano y como tal debía capturar el poder para desde ahí cambiarlo todo. Hoy resulta evidente que las cosas no pueden verse de esa manera.

En los primeros años de existencia del PLD el trabajo político fue orientado fundamentalmente a lo interno de la organización, con miras a crear los cimientos de un partido de cuadros, bien formados, disciplinados y fuertemente influenciados del pensamiento del compañero Juan Bosch. Fue lo que se denominó la etapa de construcción del partido.

Una vez creado el instrumento, un partido nuevo, con características muy diferenciadas de los demás partidos políticos, al empezar la década de los ochenta el compañero Juan Bosch anunció la etapa de relacionamiento del partido con el pueblo, a la vez que destacó que la etapa de construcción del partido había concluido. Esta nueva etapa, incomprendida por la mayoría de los integrantes de la organización, suponía un vuelco del partido hacia las actividades externas, tendente a crear vinculaciones con las organizaciones y entidades civiles representativas en las zonas rurales y urbanas. Esa nueva dinámica debía de suponer la captación de un gran número de dominicanos que se integraran a los círculos de estudios en calidad de aspirantes a miembros e incorporarse a la vida interna de la organización, así como también una mayor incidencia y autoridad de los peledeístas en las comunidades.

Si bien el compañero Bosch tuvo una acertada visión en esos primeros años de los ochenta, ponderando la necesidad de orientar el trabajo político con el pueblo y no solo hacia dentro, el Partido siguió operando con el criterio de partido de élites, desconectado de la sociedad.

Trasformaciones Globales

El período comprendido entre el año 1973 y el momento actual se ha desarrollado en un marco de grandes transformaciones globales, tanto en terreno político, económico y social. De igual manera, son múltiples los cambios producidos al interior de la sociedad dominicana.

El Partido de la Liberación Dominicana surge en un momento en el que la humanidad comenzaba a recibir los impactos de una profunda revolución científica y tecnológica. Es el momento en el cual la economía mundial entró en una nueva fase caracterizada por sacudidas muy fuertes. Estas sacudidas se expresaron por medio de las crisis de 1980-1982 (crisis de la deuda externa), 1990-1991 (crisis del sistema monetario europeo), 1994-1995 (crisis de México) y 1997-1998 (crisis asiática). Las mismas trajeron consigo una serie de situaciones que explican el por qué de las políticas públicas que se pusieron en práctica a partir de los años ochenta. El proceso que se abrió al inicio de la década de los setenta obligó en cierta medida a desmantelar los sectores públicos empresariales creados tras la Segunda Guerra Mundial, en algunos casos motivado por razones ideológicas pero mayormente debido a necesidades financieras del Estado para cubrir los enormes déficit públicos y la deuda.

En el período comprendido entre los años 1973 y 1992 se produce el colapso del socialismo soviético, abriendo paso a una transición inédita del socialismo al capitalismo en el antiguo bloque soviético y se puede decir que lo mismo ha venido ocurriendo en China con otras peculiaridades. El colapso del régimen soviético no fue casual. La antigua Unión Soviética y los países de Europa Oriental eran comparables a Occidente en cuanto a niveles de crecimiento hasta los inicios de los años setenta. Tal y como lo expresa Anthony Giddens, después de ese momento se quedaron atrás rápidamente. "El comunismo soviético, con su énfasis en la empresa estatal y la industria pesada, no podía competir en la economía electrónica mundial. El control ideológico y cultural en el que se basaba la autoridad comunista no podía sobrevivir en una era de medios de comunicación globales". La televisión jugó un papel directo en los acontecimientos de 1989 que produjeron la caída del muro de Berlín.

Por otro lado, con el período histórico que se abre al iniciarse la década de los setenta, surge una nueva categoría de países, calificados como emergentes, que logran diferenciarse de los países pobres en la medida en que se aprovechan del proceso de transformaciones que se produjo en esos años. Es el caso de los países del sudeste asiático.

Finalmente, a partir de los años setenta el sistema ha tendido a la concentración del capital, proceso que se viene produciendo mediante una oleada de fusiones y adquisiciones que buscan conseguir el tamaño óptimo para competir, reducir costes laborales y ampliar cuota de mercado.
Todo lo anterior se ha producido en un contexto en que lo financiero ha pasado al primer plano y se ha convertido en lo hegemónico, pasando lo productivo o lo industrial a ser subsidiario de lo financiero. Con todo y las crisis, los últimos años han sido testigos de una interdependencia económica cada vez más creciente "del conjunto de países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al mismo tiempo que la difusión acelerada y generalizada de la tecnología". Esa interdependencia es lo que explica la dificultad de reducir el impacto de una crisis al plano local.

El PLD se ha desarrollado como fuerza política en el marco de la economía global. El reputado académico español, Manuel Castells, establece que "una economía global es una realidad nueva para la historia, distinta de una economía mundial. Una economía mundial en la que la acumulación de capital ocurre en todo el mundo, ha existido en Occidente al menos desde el siglo XVI, como nos enseñaron Ferdinand Braudel o Inmanuel Wallertein. Una economía global es algo diferente. Es una economía con capacidad de funcionar como una unidad en tiempo real a escala planetaria. Aunque el modo capitalista de producción se caracteriza por su expansión incesante, tratando siempre de superar los límites del tiempo y espacio, solo a finales del siglo XX la economía mundial fue capaz de hacerse global en virtud de la nueva infraestructura proporcionada por las tecnologías de la información y las comunicaciones. Esta globalidad incumbe a todos los procesos y elementos del sistema económico".

Resulta por lo tanto evidente que la globalización no es el resultado de un proyecto ideológico sino el producto de las enormes transformaciones que se han producido en el sistema capitalista a finales de siglo XX las cuales pueden ser ideológicamente aprovechada por unos y por otros.

En el caso de la República Dominicana, en los últimos treinta años se han producido cambios importantes en la estructura productiva y social. El país ha pasado de una economía agro exportadora a una economía de servicios. Las telecomunicaciones, el turismo, las zonas francas, la construcción y ciertos servicios vinculados con los anteriores, se han convertido en los motores fundamentales del desarrollo del capitalismo en la medida en que han consolidado un segmento moderno, innovador, dinámico y competitivo. Existe aun, sin embargo, un grupo amplio de empresas en donde se mantienen niveles de competitividad reducidos, que tienen un acceso limitado al crédito y atraso tecnológico, lo que ha dado como resultado una estructura productiva heterogénea. La población pasó a ser mayoritariamente urbana pero los avances logrados por el país no superaron la pobreza y la exclusión, manteniéndose estas dos situaciones como los grandes retos del siglo XXI.

En el marco de los profundos cambios políticos, económicos y sociales que se produjeron, tanto en el plano nacional como en el internacional, el PLD asumió los procesos electorales como vía de acción política durante la década de los ochenta y llegó a convertirse en opción de poder en 1990, sin que, al interior de la organización, mediara un debate a fondo de los cambios que se venían operando en el mundo. Los acontecimientos nos arrastraban y por lo tanto no se pudieron producir las correcciones ideológicas y orgánicas que las nuevas situaciones creadas imponían. Incluso los congresos que el partido celebraba cada cuatro años se reducían en lo esencial a la elección del Comité Central y a producir modificaciones de forma a los estatutos.

En 1990, el compañero Bosch hizo un esfuerzo solitario en la dirección de colocar el Partido en la línea de, no solo interpretar lo que había ocurrido en el mundo y las implicaciones que tenía para los partidos de izquierda el desplome del bloque soviético, sino que levantó como bandera la necesidad de desarrollar el capitalismo en nuestro país y en correspondencia con esa posición propuso salir de las empresas públicas, planteando de manera clara su venta, por considerarla una carga para la sociedad. Comenzaba su alejamiento de anteriores posiciones estatistas y demostraba de esta manera que son las realidades las que imponen las posiciones políticas y que por lo tanto todo dirigente político con vocación de poder debe actuar con flexibilidad y debe estar preparado para cambiar cuando las circunstancias así lo impongan.

El 1990 debió ser el momento para afrontar el debate sobre el significado de la liberación nacional en el marco de la nueva situación, así como qué significaba ser de izquierda en un momento en que se debatía en el ámbito internacional si tenía sentido hablar de izquierda y derecha. Sin embargo, el congreso celebrado en 1990 no produjo los cambios esperados.

La mayoría de la dirección del PLD no entendió el viraje que se produjo en las posiciones de Bosch durante el proceso electoral de 1990 y el hecho de que este había entrado en una fase de deterioro en sus condiciones de salud impidió hasta 1996 que estas ideas se volvieran a plantear aunque ya en una vertiente diferente. En 1994, luego de la penosa derrota electoral de ese año, Bosch anunció su retiro de la actividad política, dejando en el Comité Político la responsabilidad de conducir el partido sin su presencia. La crisis post electoral de ese año fue la primera prueba de fuego para el Comité Político que terminó jugando un papel de primerísima importancia en la superación de la crisis, hecho que nos sirvió de plataforma para relanzar el partido a la conquista del poder en 1996.

En los años comprendidos entre 1994 y 1996, la discusión sobre la orientación que había que darle al Partido se redujo a unos cuantos dirigentes. Por esa razón, ya en el gobierno no hubo forma de presentar una imagen de coherencia en aspectos medulares del ejercicio gubernamental.

La primera señal de rechazo enviada por los diferentes sectores de la vida nacional en cuanto a la naturaleza excluyente del PLD se produjo en 1994. Ese año, de ser la principal fuerza política del país nos convertimos de nuevo en la tercera fuerza. Si bien es cierto que se puede argumentar que esto se debió el hecho de que ya el país entendía que Bosch había agotado su ciclo político, no menos cierto es que las elecciones de ese año no fueron solo elecciones presidenciales sino también congresionales y municipales.

Al Partido de la Liberación Dominicana se le reconocía una buena labor congresional y municipal y sin embargo de 12 senadores que había logrado en 1990 pasó a 1 senador en 1994 y de 44 diputados pasó a 13 diputados. Controlábamos los principales municipios del país, los cuales fueron manejados con honestidad y espíritu de servicio; sin embargo, los resultados de 1994 aniquilaron prácticamente el poder municipal que el partido había logrado en 1990. ¿Por qué?
En aquel momento todo se le atribuyó al deterioro del candidato presidencial, que se hizo muy evidente a lo largo de todo el proceso electoral del año 1994 y a la errática política de oposición seguida a partir de 1990. Pero lo verdaderamente importante fue el aislamiento y la desvinculación del partido de la sociedad. Fue primeramente en el poder municipal donde se puso de manifiesto la dificultad del PLD de vincularse con los diferentes sectores sociales.

¿Cuales son las exigencias del momento?

Es evidente que el modelo de partido cerrado, el partido de cuadros no responde a las exigencias del momento. El partido no es un fin en sí mismo; el trabajo partidario debe ser básicamente con los ciudadanos, no al interior de la organización. No puede olvidarse que un partido político es una instancia de mediación entre el poder político y los ciudadanos; sus finalidades y sus prácticas deben obedecer a las necesidades y expectativas de la población. Desde luego un partido político debe educar, orientar y trazar pautas acordes con sus principios y valores.

Como todo ente vivo, dinámico, un partido político no puede pretender aferrarse a concepciones y prácticas determinadas, so pena de anquilosarse y desfasarse de la realidad. Sería ignorar las leyes del cambio, de la dialéctica. El único valor que no debe ser cuestionado es que el PLD sea un instrumento de redención de los desposeídos, y de los sectores más vulnerables, una instancia que vela por el progreso y el bienestar de los dominicanos.

Las últimas dos décadas, tal y como hemos señalado, son testigos de acontecimientos que han cambiado radicalmente las sociedades modernas. Desaparecidos el campo socialista y la guerra fría, la evidenciación del fenómeno de la globalización, el descrédito de una gran parte de las formaciones políticas, la emergencia de un fuerte movimiento de la sociedad civil que reclama una mayor participación en las decisiones públicas, así como la universalización de las formas democráticas no dejan dudas que el mundo ha cambiado notoriamente. Esos cambios tocan profundamente las formas de vida y de expresión de los ciudadanos. El Estado y la sociedad moderna se organizan en función de esos cambios.

Recientemente, el partido ha generado un proceso interno, ampliamente participativo, que llevó a la reflexión profunda de su naturaleza, de su organización y de sus metodologías de trabajo. Ese proceso de reflexión se efectuó sin prejuicios, sin esquemas rígidos predeterminados, solo con el interés de fortalecer una organización que tiene un potencial inestimable para erigirse en la principal fuerza política del país.

El pensamiento y la obra de Juan Bosch no debe desconocerse, ni tampoco tratar de oficializarla como credo. Sus aportes valiosos, que si bien en una época fueron de extraordinaria importancia, deben ser evaluados con objetividad para efectuar los cambios y adecuaciones que sean pertinentes.

La década de los noventa marca una línea divisoria en el desarrollo del PLD. Su participación en 5 procesos eleccionarios - 4 nacionales y 1 en el ámbito local - y, por otra parte, el retiro de Don Juan de la dirección efectiva del partido provocaron un estado de desatención y de desorientación del partido, preocupantes. El partido seguía actuando por la fuerza de la inercia y gracias a la mística en la cual se formaron los peledeístas. Se efectuaron esfuerzos por desarrollar tácticas y acciones tendentes a obtener resultados electorales, pero ninguna atención al partido. Por momentos se perdió la visión de que el PLD está comprometido con valores y principios que deben estar por encima de las conveniencias coyunturales o de personas o grupos. La táctica y las urgencias coyunturales dominaron la estrategia.

El esfuerzo por obtener su mejor desempeño electoral creó distorsiones que han sido ampliamente examinadas por toda la militancia del partido. Contrario a su objetivo y a sus raíces, en los últimos años asumimos posiciones políticas propias de los partidos tradicionales. En muchos aspectos, el PLD no presentaba una diferenciación clara con relación al PRD y al PRSC; sus métodos y acciones políticas no parecían distanciarse de los que usan los partidos que tradicionalmente combatimos. El PLD no se percibía en los últimos años como lo que fue en su origen: un partido integrado por ciudadanos investidos de condiciones morales y de una clara vocación de servicio al país.

Las prácticas paternalistas y clientelares, conductas inapropiadas, así como la pérdida del discurso ético, no sólo son inaceptables, sino que no son rentables políticamente. Solo basta revisar los resultados obtenidos en las pasadas elecciones.

Los resultados adversos en las elecciones del 1998 y del 2000 tienen dos causas fundamentales: 1) la falta de una percepción de los peledeístas de sus fortalezas y debilidades, lo cual les condujo a persistir con un modelo de partido excluyente, alejado de las aspiraciones y sentimientos de los ciudadanos, y 2) las incoherencias, doble discurso, incompetencias y conductas extrañas de muchos peledeístas desde las posiciones públicas que desempeñan, socavando seriamente la imagen bien ganada antes del 1996.

El PLD ganó las elecciones de 1996 sin haber clarificado y unificado el proyecto de nación que propuso en su programa de gobierno. Faltó la discusión profunda en las instancias partidarias y con las organizaciones representativas de la sociedad. La falta de programas de capacitación de los dirigentes altos y medios del PLD en las prácticas gerenciales y en aspectos básicos de funcionamiento del Estado explica el pobre desempeño de una gran parte de los funcionarios. La parálisis de los mecanismos institucionales del PLD desde principios de la década del 90 explica además la ausencia de políticas, acciones y de mecanismos de seguimiento y evaluación tendentes a orientar y supervisar las acciones de los funcionarios del partido en los municipios, en el congreso y en las distintas posiciones del Poder Ejecutivo.

La falta de renovación y adecuación a las nuevas realidades del PLD es lo que imposibilita la implementación de estrategias claras y eficaces en los procesos electorales, persistiendo en esquemas de conducción arcaicos. No se disponía de información especializada, tampoco de instancias de análisis, programación y gestión estructuradas; se trabaja con una alta dosis de espontaneidad y subjetividad.

Los cuatro años de gobierno peledeísta

La primera experiencia gubernamental del Partido de la Liberación Dominicana, correspondiente al período 1996-2000, estuvo matizada por grandes logros que han beneficiado a la sociedad dominicana.

A pesar de los obstáculos y las limitantes que condicionaron el ejercicio gubernamental del PLD, entre los cuales caben mencionarse la herencia de una cultura paternalista, centralista y excluyente, la existencia de un Congreso controlado por la oposición, la falta de entrenamiento en las técnicas gerenciales de la mayoría de los dirigentes del PLD y la naturaleza tradicionalmente cerrada y excluyente de los peledeístas, los aspectos positivos de la gestión gubernamental que presidió el compañero Leonel Fernández primaron sobre los negativos.

Los logros más significativos del gobierno peledeísta que encabezó el compañero. Leonel Fernández se pueden resumir de la siguiente manera:

Fortalecimiento de la estabilidad y la institucionalidad del sistema democrático, lo cual se expresó a través de la solidez y la independencia de los distintos poderes del Estado y de una mayor participación de los distintos sectores de la sociedad en el proceso de toma de decisiones importantes.

Crecimiento sostenido de la economía en niveles sin precedentes en la historia del país. Este crecimiento se da en un contexto de estabilidad económica, ya que las principales variables macroeconómicas se mantuvieron bajo control.

Transformación física del país que se expresó en cambios significativos en la configuración urbana y en la dotación de redes viales modernas de las dos principales ciudades del país, Santo Domingo y Santiago, y en la construcción en el interior de país de escuelas, centros de salud, viviendas, entre otros.

Cambios importantes en la gestión de los servicios que el Estado presta a los ciudadanos, como son la simplificación de los trámites para el pago de impuestos, para la obtención del pasaporte, para la obtención de la licencia de conducir y de la placa de los vehículos de motor.

Incorporación de capital privado a las empresas públicas, las cuales han dejado de ser ya una fuente de sangría de las finanzas públicas y espacio para el clientelismo y la corrupción política.

Reducción significativa de la corrupción administrativa. En este período desapareció la corrupción como un sistema organizado.

Inserción de la República Dominicana en la vida internacional mediante su participación activa en los diferentes foros internacionales.

Incorporación de tecnología informática en todas las esferas del Poder Ejecutivo y en el sistema educativo nacional.

Establecimiento de un nuevo paradigma productivo que busca aprovechar los beneficios de la revolución tecnológica en la República Dominicana.

• Mejoramiento de los indicadores socioeconómicos, entre los que podemos mencionar la reducción de la tasa de desempleo, la reducción de la tasa de mortalidad infantil, el incremento de la esperanza de vida al nacer, la reducción de la tasa de analfabetismo. Se incrementaron en más de un cien por cien los salarios de los servidores públicos.

Incremento del gasto social, que pasó de representar el 5.6% del Producto Interno Bruto al 8%.

La idea fuerza que inspiró y guió la acción gubernamental de la administración peledeísta encabezada por el compañero Leonel Fernández fue la de modernizar el país para encaminarlo por la ruta del progreso y el desarrollo político, económico y social. Ese gobierno ha dejado una agenda de cambios que expresan una visión progresista de Nación. Esa visión está inspirada en el modelo de economía social de mercado que parte del criterio de que el mercado en combinación con la propiedad privada de los medios de producción constituye tanto la modalidad más eficiente de coordinación económica, como también una condición necesaria para garantizar la máxima libertad política. El programa de gobierno presentado a los electores en 1996 expresa un compromiso del PLD con esa visión.

Todo esto es un activo, un patrimonio y un referente histórico que debe servirle a los peledeístas para su accionar en la arena política dominicana.

No podemos, sin embargo, hacer una evaluación objetiva de la gestión gubernamental peledeísta sin dejar de mencionar dos aspectos que estimamos fueron débiles. Ellos son, en primer lugar, el inadecuado manejo del gasto público, especialmente en lo que se refiere al establecimiento de prioridades y, en segundo lugar, la incoherencia de muchos funcionarios que contribuyeron a crear una imagen negativa del gobierno. Faltó, sin lugar a dudas, una adecuada relación institucional entre el Partido y el Gobierno.

El Contexto Actual

El PLD está compelido a desarrollar un amplio proceso de revisión, democrático, participativo, donde los miembros, los simpatizantes y los ciudadanos comunes expresen sus opiniones sobre lo que debe ser el partido. El PLD es ya una fuerza histórica enraizada en nuestro sistema democrático con claras responsabilidades con el presente y el futuro del país. La libre expresión de todas las posiciones e ideas deben ser bienvenidas y sometidas al escrutinio en los foros más amplios, desarrollando metodologías que garantizan fortalecer la organización en lugar de debilitarla. El PLD debe construir una nueva visión, un nuevo paradigma de organización política que exprese las nuevas realidades del mundo moderno y que a la vez interprete y exprese el sentir mayoritario de los ciudadanos.

El VI Congreso ratificó el compromiso histórico de los peledeístas con las posiciones patrióticas, con la conducta ética en la política, con la vocación de servicio al país, con la lucha contra las desigualdades sociales, contra todas formas de discriminación social, de sexo o política y con una sociedad auténticamente democrática y civilizada.

La sociedad democrática moderna demanda institucionalidad, en el marco de una serie de valores claves como son: transparencia, participación, eficiencia, equidad y descentralización. Los partidos políticos deben asumir sus propios procesos de reforma y modernización para estar en condiciones de propiciar, de la mejor manera, los procesos de Reforma y Modernización de las instancias del Estado. Consolidar nuestras instituciones y valores democráticos debe ser el norte de nuestra actuación, garantizando el equilibrio y la colaboración entre los poderes públicos y una adecuada relación entre los poderes públicos y las entidades civiles.

El dilema que se dilucidó en el VI Congreso es ortodoxia o renovación. Hoy, frente a los falsos encasillamientos, nuestro problema fundamental es la creación de un marco político, ideológico y programático con una visión y un proyecto de país que nos permita lograr el respaldo de la sociedad dominicana y que nos permita conducir al pueblo dominicano, en un escenario caracterizado por la globalización, hacia una sociedad solidaria y cohesionada, educada y comprometida con la democracia. La gestión gubernamental del presidente Fernández es en cierta forma el primer paso en esta dirección.

El debate se abrió a lo interno del PLD reenfocando claramente el tipo de Estado aspiramos. Partimos del reconocimiento de que las transformaciones que se han operado en el ámbito mundial han conducido a la aceptación de que el papel del Estado como agente principal de los cambios ha perdido significado. La realidad es que hoy el Estado por si solo no está en condiciones de dar respuestas a una sociedad que, a través de diversas vías, busca afirmar su protagonismo.

En nuestro país el Estado no ha sido capaz de lograr la cohesión social necesaria para hacer viable un proceso verdaderamente democrático. Esto ha producido inestabilidad política y social. La crisis económica de los años ochenta agravó los problemas sociales, expresados en mayores niveles de pobreza y en un incremento marcado de la desigualdad. Inmerso en dicha crisis y superado el período de la guerra fría se generalizó una conciencia de que era necesario buscar salidas a nuestros problemas en el marco del proceso democrático. Esto debió llevarnos en el PLD a abordar la discusión a fondo en lo relativo al tipo de Estado que debemos construir en nuestro país para lograr, en un ambiente de cohesión social, una gobernabilidad que no sólo asegure la superación de la pobreza sino también el mantenimiento de un nivel adecuado de bienestar general.

El siglo que se inicia nos deja pendiente la solución del tipo de Estado que hay que construir para superar la pobreza y la exclusión y el congreso del PLD debe abordarlo. Consideramos que el nuevo Estado no podrá ser la repetición del Estado liberal del siglo diecinueve, pero tampoco es posible la continuidad del Estado intervensionista que hemos conocido en nuestro país.

Durante muchos años las soluciones practicadas en nuestro país a situaciones económicas y sociales complejas tenían siempre en común el énfasis en la omnipresencia de la intervención estatal en todas las esferas de la vida económica, social, política y cultural. Ese comportamiento, que fue apoyado por políticos de las más diferentes posiciones, aun cuando el contenido específico de las políticas dependía de los sectores sociales y de la orientación ideológica que soportaban al Estado nacional, condujo a una forma de participación estatal en el manejo de la economía caracterizada por el proteccionismo y el populismo.

El Estado a que debemos aspirar hay que cimentarlo sobre la base de políticas públicas que aseguren la consecución de la cohesión social del país y el apoyo a los sectores productivos nacionales para mejorar su capacidad competitiva. La primera concreción en la lucha por lograr la cohesión social tiene que ser la erradicación de la pobreza en sus distintas formas.

Tenemos que reconocer que si bien el Estado es fundamental para el proceso de desarrollo económico y social, en la actual etapa del desarrollo del capitalismo no podrá serlo preponderantemente como agente directo del crecimiento sino como socio de capital privado, elemento catalizador e impulsador de ese proceso. En ese escenario, el Estado tiene un papel importante en la provisión de infraestructura física y social y en la realización de distribuciones más equitativas del ingreso, de la riqueza, el conocimiento y el poder. Son áreas en donde no se puede confiar a ciega en el mercado.

Resulta evidente que no pretendemos poner en escena el viejo debate sobre el dilema Estado-mercado sino lo que buscamos es conciliar el papel del Estado con el mercado. No se trata de abogar por un Estado intervencionista, hostil al mercado; no es buscar un Estado que ponga énfasis en la función productiva. Hay que apostar por un Estado que debe avanzar en la dirección de procurar un vigoroso crecimiento económico, combinado con una distribución adecuada de sus frutos; en definitiva, un Estado que sea promotor del desarrollo y regulador del mercado.

Se trata, por lo tanto, de construir un nuevo Estado que sea facilitador de la iniciativa privada, que no obstaculice el mercado y la libre competencia, de manera que se generen condiciones que aseguren estabilidad, pero además buenos y sostenidos niveles de crecimiento.

Pero, tal y como se desprende de párrafos anteriores, tendrá que ser más que eso, deberá garantizar la puesta en marcha de una política social progresiva que permita reducir los actuales niveles de pobreza y de desigualdad. No debemos olvidar que nuestro país forma parte de una región que si bien no es la más pobre del mundo, es la que presenta mayores niveles de desigualdad, y por lo tanto el esfuerzo financiero que hay que desarrollar para superar esta situación será enorme en educación, en salud, en seguridad social y en infraestructura.

Por lo tanto, la consolidación del proceso democrático y la legitimación del accionar político, implica necesariamente la construcción de un Estado liberal-social. En un contexto de expectativas sociales crecientes, los países de América Latina y el Caribe solo pueden afrontar con éxitos estos retos si logramos desarrollar robustas economías y un Estado financieramente fuerte.

Pero tiene que ser un Estado fuerte en término de su capacidad recaudadora. El sistema tributario debe ser la base de la fortaleza del Estado. Tal y como han señalado muchos estudiosos de la realidad latinoamericana ningún país del mundo ha podido generar equilibrios sociales con los niveles de gasto público que tenemos en la mayoría de nuestros países. No es nacionalizando o estatizando empresas, incrementando el endeudamiento externo o recurriendo a déficit presupuestarios abultados que lograremos financiar las actividades del Estado que aseguren una política social progresista y progresiva. El problema esencial es que las cargas tributarias en toda América Latina son muy inferiores a las de Europa, Estados Unidos y Asia Oriental.

A la vez que mejora la capacidad recaudadora del Estado, es absolutamente necesario un manejo racional y eficiente del gasto público, definiendo prioridades de interés público y un sistema de programación y gestión moderna.

Debemos promover una nueva configuración del Estado que permita una transferencia de responsabilidades y facultades a los municipios y a las provincias, en un proceso gradual y sostenido de descentralización que reduzca el poder omnímodo que tiene el Poder Ejecutivo y sus instituciones centralizadas. Es preciso fortalecer la capacidad de gestión de los municipios e involucrar las organizaciones cívicas y comunitarias en el proceso de planificación e implementación de las decisiones que afecten sus territorios. Como organización comprometida con el desarrollo institucional del país, el PLD promueve el mejoramiento del sistema político electoral, mediante cambios en el régimen de representación, participación y organización política de los ciudadanos en el sistema democráticos. En este sentido promueve la aprobación de una ley de partido y agrupaciones políticas que propicie una mayor democratización de estas entidades y mayor transparencia en sus ejecutorias, de cara a la ciudadanía. El partido esta comprometido con el desarrollo de programas de formación especializada en la organización, administración y gestión de los poderes públicos con miras a lograr un mejor desempeño de sus miembros en el ejercicio de sus funciones públicas. Además, seguirá promoviendo la consolidación e independencia de la Junta Central Electoral para garantizar la credibilidad y normalidad en los procesos electorales.

Se trata, pues, de estructurar un PLD realista y pragmático que enfatice las soluciones y no los problemas.
Fuente:www.pld.org.do